viernes, 9 de diciembre de 2011

El furor de las denuncias

Reflexiones en mi cautiverio
En Roma era permitido a un ciudadano acusar a otro, esto se había establecido según el espíritu de la República, en la cual todo ciudadano había de tener un celo sin límite por el bien público. Pero contrario a esto se exigía que cada hombre tuviera un celo ilimitado por el interés de sus pasiones, esto ocasionó que aparecieran un tipo de hombres funestos, una turba de infames delatores.
Todos los ambiciosos de alma baja delataban a cualquiera, culpable o no, este era el camino de los honores y de la fortuna.
Esto lamentablemente sucede actualmente en nuestro país a grado tal que alcanza lo que bien podríamos llamar un alarmante furor por las denuncias Anónimas. Esta circunstancia agota al país al conjugarse con el estado de Guerra, ya que todo ha llegado a ser motivo de delación.
La Guerra alimenta esta clase de denuncias y se dan casos que cuando algún hombre valeroso levanta la voz protestando por esta situación, el poder político se encarga de aniquilarlo.