El valor de la dignidad

Reflexiones en mi cautiverio
“Todos Los hombres han nacido libres e iguales en dignidad y en derechos…” proclama el artículo primero de la Declaración General de Derechos Humanos. Pero de hecho ¿nace el hombre dotado de dignidad tal como nace dotado de miembros corporales? 
Es evidente que no. La Dignidad es reconocida pero ¿Qué instancia la reconoce? Hoy decimos que esta instancia es la sociedad.
La sociedad se figura y hace obligatorio el principio de que hay que tratar al hombre, y por cierto a todos los hombres, como seres que tienen dignidad.
Ahora bien, no carece de motivos la impresión de que es demasiado débil la fundamentación de la dignidad humana en algo contingente.
Y contingencia significa que lo que existe, podría igualmente no existir, no es necesario.
La dignidad ha de fundarse en las arenas movedizas de los acuerdos y las mayorías cambiantes.
Esto viene a colación porque en el presente se está cuestionando fuertemente las acciones de las fuerzas federales, y de las diferentes policías de nuestro país, puesto que su actuar pone de manifiesto que es posible denegar esta dignidad a una determinada categoría de hombres, los cuales son eliminados o encadenados y mantenidos en cautiverio como fieras, sin antes haber comprobado legalmente que mereciesen dicho trato.
Y se ha puesto además de manifiesto que en una sociedad moderna es posible utilizar incluso los “mecanismos” de la justicia para destruir la dignidad.
Por lo tanto, considero que no hay dignidad humana, sino que en cuanto esta tiene validez.
Y solamente mientras tiene validez, y dónde la tiene, hay también Dignidad Humana.
Parece ser que para nuestras fuerzas armadas vale la fórmula de que “el fin santifica los medios”, siendo así no me queda más que concluir que el “cinismo de los medios” ¡sirve al moralismo de los fines!
Playa Bagdad, marzo 2011

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