Reflexiones en mi cautiverio
El tema de la guerra como punto de discusión resulta un material inflamable. Pocos temas son tan perentorios y demandantes.
Respecto a la Guerra que sufrimos y padecemos se ha emprendido las más delirante denostación, y la respuesta de nuestras autoridades, cuya prosa arrebatada transcurre rauda y ostentosa, pero que por la vaguedad de su discurso no es posible traducir su mensaje en forma concreta, así que como por la ambigüedad de sus pasiones y de sus posiciones se dificulta la localización de sus coordenadas por lo que sus explicaciones y justificaciones pierden su valor de uso intelectual y aún político y moral.
No debemos de olvidar que las guerras no son más que un catálogo de penas, horrores, angustia y amargura.Esta guerra se percibe interminable y solamente ha arrancado..., destruido..., demolido..., olvidándose de plantar, levantar, resarcir, construir, recuperar... La Guerra sólo nos ha hecho probar todo lo malo y amargo de este mundo.
Ahora nuestras ciudades son de sombras, de ruinas, plagadas de gritos de guerra y de violencia. ¡No salgan al campo!, ¡No vayan a los caminos! se escucha por doquier.
Hay terror en todas partes.Hombres astutos aprovechan la confusión para robar, extorsionar, y para vengar en tiempos de guerra sangre derramada en tiempos de "paz".
La Guerra nos ha obligado a vivir oscilando entre el terror y la miseria y a permanecer, a pesar de todos nuestros esfuerzos, a distancia inconmensurable de la ansiada y anhelada paz.
Para la mayoría de la gente la guerra ya ha durado demasiado y la paz se ha convertido en un deseo ardiente; algunos piensan que a corto plazo una tregua sería una buena solución (?).
Pero ante todo no debemos olvidar que a fin de cuentas las guerras se ganan en el terreno de las ideas y de los principios políticos.
Playa Bagdad. mayo 2011.
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