La mayoría de los guerreros de las facciones en guerra son muy jóvenes, aunque jamás podría calificarlos de inocentes. Son reclutados de las pandillas urbanas y sub urbanas de nuestras ciudades; originalmente, estos individuos ociosos, bullangueros, mentecatos y zafios, son seducidos por las promesas de una carrera exitosa dentro del hampa, por oportunidades de ascender a un puesto de mando según sus capacidades y ambiciones; poder, mujeres, autos de lujo, dinero... ¿qué más puede desear o aspirar uno de estos individuos?

Estos jóvenes son invadidos por una suerte de triunfalismo provocado por la adrenalina y por "la ira justiciera"; frecuentemente son invadidos por arrebatos de ira violenta, producto de años de odio y resentimiento reprimido, y son propios de su personalidad rasgos de intratabilidad y de voluntariedad.
Al poco tiempo es imposible que estos muchachos renuncien a semejante sensación de poder y de propósito. El éxito en sus primeras misiones, y el recibir los primeros "cañonazos" de dinero, su conciencia está ya firmemente fortificada y trabaja incansablemente en la labor de su exculpación.

En su nueva posición se sienten con el poder suficiente para atacar a sus ancestrales enemigos: las imágenes de poder y de autoridad, los ricos, la sociedad, la cultura...
Originalmente son muchachos pintorescos, ásperos, medio salvajes, con dotes sociales definitivamente magras y que abrazan a la tragedia como eje fundamental de su vida.
Muchos caen en los enfrentamientos acribillados por emponzoñados aguijones de plomo y fuego que disparan sus contrincantes, hasta que se apacigua su furia con el espectáculo de la muerte que momentáneamente pone fin a odios y a rencores.

Los PANDILLEROS de nuestras ciudades son incorporados como contrabando de guerra y sus cuerpos alimentan la hornada de la guerra.
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