Reflexiones en mi cautiverio

Montesquieu.
La Tortura
Allá abajo, en los túneles la voz resuena en cada hueco, partiéndose en las esquinas de los muros, para esconderse entre las bóvedas. Lo puedo afirmar porque en esas profundidades he sido interrogado en múltiples ocasiones.
Allá abajo, en los túneles la voz resuena en cada hueco, partiéndose en las esquinas de los muros, para esconderse entre las bóvedas. Lo puedo afirmar porque en esas profundidades he sido interrogado en múltiples ocasiones.
Una conversación de pocas voces como la que tenemos ahora, allá en los abismos suena como aquelarre de brujas.

A esta lengua la quemaron con tizones de candela. Estos ojos escucharon, estos oídos vieron, la voz terrible del verdugo.
Los verdugones que puedo mostrarles en mi espalda me los volverán a hacer para sacarme confesiones de información que no conozco... de cosas que nunca dije...
Mis atormentadores me tenían amarrado, de pies, piernas, y brazos, vendados los ojos, obstruida mi boca con un trozo de asquerosa esponja, ¡temerosos de mi resistencia!, ¡temerosos de mi vida!, ¡temerosos de mi muerte!, tenían miedo de que pudiera "volar".
Me recitaron las cautelas y me anunciaron sus castigos. Me hablaban de lo doloroso de las torturas y de que no había ser humano que las soportara.
Me amenazaron con el infierno, me aseguraban tener pruebas y testigos de delitos que jamás cometí.
Me someten a rigurosos exámenes médicos, comprueban que mi estado de salud sea el adecuado para recibir el martirio y soportar el tormento.
Desde mi obscura celda escucho horrorizado el dictamen médico que me declaró ¡Apto para el sufrimiento!
Playa Bagdad.
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