Viudas y madres de luto.

(Reflexiones en mi cautiverio)
En Nuestras ciudades y pueblos proliferan mujeres a las que un iforma un peculiar aspecto: mirada vacía, labios crispados y la expresión tímida de aquellas personas que esperan recibir noticias todavía más terribles. Son las viudas y madres de luto, quienes han perdido a sus es`posos e hijos en esta terrible guerra.
Estamos hasta la madre con
la 
guerra de Calderón: zapatistas
Los ojos de estas mujeres, en otros tiempos, arsenal inextinguible de expresiones, ahora solo tralucen sufrimiento y tristeza profunda. Son presas de una sensación extraña, curiosamente multiforme, una mezcla de sentimientos demasiado densa, que tarde o temprano es identificada con la certeza de que muchas cosas se han perdido fulminantemente: el apoyo y compañia del esposo, las expectativas del futuro de sus hijos, su tranquilidad y seguridad económica, su familia... Nececitan a alguien o algo que les ayude a resucitar su anhelo por la vida, su confianza y que las socorra en su desgracia. Cae en ellas la responsabilidad de sacar adelante a la familia en una lucha olvidada, sorda, solitaria. Nunca previeron hasta que punto la pérdida del esposo o del hijo sería capáz de arruinar insidiosamente no solo la ruda silueta de  una vida -esa recta trayectoria perfilada por el matrimonio, la vida en común, el trabajo, la jubilación, etc...- sino las cosas minúsculas y menores: el placer que provoca una canción, el transcurrir de un bello día, el saborear una deliciosa comida...aferrandose a los últimos vestigios de una vida que ya ha terminado.
Madres de migrantes exigen saber
el paradero de sus familiares
El tono de sus voces denota insoportable desepción, y es teñido por el miedo y la frustración. Están cansadas de esperar respuestas convincentes y satisfactorias a sus dudas y preguntas, pero ¡todos las ignoran! En su interior culpan a todo el mundo de su desgracia, ya que no logran encontrar un objetivo obvio contra el cual descargar su rabia. Emociones todas ellas experimentadas en los confines de la guerra, pero no por ello menos válidas y genuinas.
Sus casas no son más que un simple lugar en donde sufrir, con sus dósis de pobreza y abandono. Sus hogares quedan desprovistos de integridad y de propísito por la muerte y ausencia de sus seres amados; las acompaña un lacerante sentimiento de pérdida, de ausencia, de silencio...

¡ASÍ ES LA DOLOROSA TRANSPARENCIA DE SU REALIDAD...!
Playa Bagdad. Septiembre de 2011


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